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Datos históricos

Breve reseña de Montilla

{hasta el s.XVIII}

         {Primeros asentamientos en el Cerro - Construcción del Alhorí}

PREHISTORIA

Las tierras montillanas estuvieron ocupadas por el hombre desde los comienzos del Paleolítico Inferior, como lo atestiguan las industrias encontradas en Trance Pajares, a base de cantos de cuarcita trabajados y algunos útiles sobre lasca, todo ello de tosca factura como es propio de los inicios del periodo.

 

A un momento algo más avanzado del Paleolítico Inferior, el Achelense, puede pertenecer el bifaz encontrado en la Vereda de los Bramaderos, puesto que aunque se trata de una pieza también fabricada en cuarcita - lo que le imprime un cierto aire de arcaísmo- muestra mayor avance tecnológico en su elaboración.

 

La industria del Paleolítico Medio, el Musteriense, se halla representada en Cerro Triguillos y también en Trance Pajares. Está realizada en sílex de buena calidad y comprende piezas tan características de esta fase como puntas, raspadores, cuchillos de dorso y abundantes raederas.

 

En el repetidamente citado yacimiento de Trance Pajares se han hallado asimismo una serie de útiles en sílex de buena calidad, de tipología diversa a la de las fases antes mencionadas, y que por el tipo de talla y productos obtenidos (raspadores, buriles, truncaduras, denticulados ... ) quizá pueda tener una adjudicación de finales del Paleolítico, aunque no nos podamos pronunciar sobre ello con toda certeza.

 

Montilla es uno de los escasos puntos geográficos cordobeses fuera de la Subbética donde se han documentado las industrias elaboradas por los últimos predadores, el Epipaleolítico. El yacimiento de Fuente del Pez/ Fuente Migas ha proporcionado un interesante lote de piezas, prácticamente todas ellas microlíticas, algunas de las cuales son de tipo geométrico, como triángulos y trapecios, cosa poco frecuente en Andalucía.

 

Como es habitual en las tierras campiñesas, el Neolítico es prácticamente desconocido, a la espera de nuevas investigaciones, al no haberse identificado de modo seguro sus materiales característicos.

La primera etapa de la Edad de los Metales, el Calcolítico, no se halla demasiado bien documentada. Hay ejemplos de piedra trabajada (hachas), útiles de sílex (los elementos dentados de las hoces) y cerámicas, que proceden de Cerro Triguillos, El Juncal y El Molinillo, y que podemos incluir en el Calcolítico Inicial.

A un momento posterior, el Calcolítico Pleno, pertenecerían las puntas de flecha de cobre llamadas "de palmela", halladas en Los Pozos y Canilla, materiales estos muy entroncados con el ambiente del vaso campaniforme. 

  

A ese mismo mundo del campaniforme debe adscribirse la cista hallada a principios de siglo, que sabemos contuvo restos humanos y fragmentos cerámicos, que no fueron estudiados, además de una diadema de oro, en forma de cinta y con los extremos perforados, dos pequeñas láminas del mismo metal, que quizá fueran brazaletes, y un puñal de lengüeta y cuatro puntas de palmela en cobre.

 

Aunque en principio se dio a este conjunto una datación de la Edad del Bronce, y a pesar de que la cerámica no ha llegado hasta nosotros, hoy podemos decir que el material conservado es típico de una sepultura del mundo campaniforme. Queda así Montilla dentro de ese círculo campiñés que comprende otros hallazgos de la misma adjudicación, como los de La Rambla, Santaella, Montemayor y Montalbán.

EDAD ANTIGUA

Aunque la presencia prerromana puede testimoniarse para la zona de Montilla en lugares como el Cerro Triguillos, la Fuente de Martín Duélamo, la Huerta de Pilatos o el Castillo de los Pozos, los restos encontrados no han sido muy abundantes, por lo que no existe constancia de una ciudad hispano-romana en este lugar.

 

Sin embargo, la presencia de vestigios arqueológicos (destacan una estatua de Diana cazadora, un bronce de Mithra y la necrópolis) y de una epigrafía principalmente funeraria -que puede aportar pocos datos relativos a la ubicación de una ciudad-, así como la importancia histórica que Montilla adquirió con el paso del tiempo, han animado a muchos a buscar una relación entre la ciudad y algún núcleo hispanoromano.

 

Ya en el siglo XVIII, A. Jurado y Aguilar, L. Jurado y Aguilar y Nicolás de Santa María intentaron enclavar en Montilla la antigua ciudad de Ulia (Montemayor), basándose en argumentos toponímicos (Montilla= MonsUlia), en la abundancia de monedas ulienses halladas en la zona, en las fuentes escritas que aluden a la distancia entre Corduba y Ulia, por una parte, y entre Ulia e Ipagrum (Aguilar de la Frontera), por otra, y en motivos topográficos, relativos a la ubicación de Ulia en un lugar elevado.

 

Los datos topográficos han sido también el principal argumento esgrimido para ubicar Munda en Montilla, basándose en el testimonio del Bellum Hispaniense, que nos habla de una llanura de unas cinco millas flanqueada por una elevación del terreno y por un riachuelo que corría a la derecha, a través de un suelo pantanoso; ese lugar ha sido identificado con los Llanos de Vanda, junto a Montilla. Defensores de esta idea fueron en su día Cean-Bermúdez, Cortés y López y Madoz, y la teoría fue apoyada, sobre todo, por el coronel Stoffel y seguida por Klotz, Romero de Torres, Schulten, Thouvenot, Carcopino y Pascucci, entre otros.

 

El paisaje descrito por el Bellum Hispaniense, sin embargo, es común a muchos lugares de la Campiña. Por ello, hemos de centrarnos en otros argumentos para localizar la ciudad de Munda, que debió estar en las proximidades de Osuna, ya que la madera que se utilizó para el asedio de esta última ciudad se transportó desde Munda; por otra parte, las ciudades nombradas en esta campaña marcan una ruta suroeste de la que Montilla se desvincula un tanto; finalmente, para ubicar Munda en Montilla, hemos de alterar el enclave de otras importantes ciudades, como Ulia, Ipagrum o Ventipo (Atalaya de Casariche}, cuya localización parece bastante segura. Las últimas tendencias ubican a Munda en el cerro de las Balas, entre Ursa (Osuna) y Astigi (Ecija}, en Alhonoz y en la zona de los Llanos del Águila, también entre Osuna y Ecija, en alguna de cuyas elevaciones, posiblemente el Alto de las Camorras, pudo estar la ciudad. En estos Llanos se encontró un pequeño pasador con el nombre de Attius Varus (uno de los jefes republicanos que participaron en la batalla) junto a abundantes restos de material de guerra.

 

Por tanto, en el estado actual de la investigación, no podemos ubicar ninguna ciudad antigua en el territorio de Montilla, aunque su proximidad a la vía de Corduba a Malaca (que pasaba por la actual estación de ferrocarril) y la presencia de otra vía secundaria, que posiblemente conducía a una villa, son testimonios de que el lugar estaba habitado y de que en él se procedería a una intensa actividad agrícola.

 

En época romana presenció los episodios finales de la guerra civil entre César y Pompeyo; su territorio estaba salpicado de villas agrícolas como bien se encarga de demostrar el museo arqueológico local, donde se exponen silos, esculturas, cerámicas y otros objetos de la antigüedad.

DOMINACIÓN ÁRABE

El cronista montillano Enrique Garramiola Prieto indica que en tiempos califales de Abderramán III –según lista de los gobernadores nombrados entre 929-930- el baluarte montillano estuvo bajo el mando de Said ben Abi-l-Qasun-alJal a quien fueron entregados el castillo de Poley y sus alfoces, y perteneció a la cora de Córdoba, integrada por tierras incluidas hoy en los partidos judiciales de Córdoba, Montoro, Bujalance, Posadas, Castro y La Rambla. Posiblemente fuera el enclave conocido como Montilyana que citan los Anales Palatinos de Alhakan II al mencionar el camino recorrido desde Wacita Melihah (Cabra) a Atana (Ategua) entre Espejo y Córdoba. Asimismo fue llamada al parecer con el nombre de Mondelia.

 

Otros autores como A. Arjona Castro señalan que su actual territorio se incluía en época musulmana dentro del término de Bula y o Poley (Aguilar), que pertenecía a la cora de Cabra, si bien una parte de él, concretamente donde se hallaba la qarya o alquería Jalata (actual cortijo Jarata), al sur de Montemayor, formaba parte del iqlim o distrito Uliyat Qanbaniya de la cora de Córdoba.

 

La entidad urbana de la población no cristalizó, sin embargo, hasta la Edad Media.

EDAD MEDIA

Montilla entra plenamente en la historia medieval cordobesa durante las dos últimas centurias de dicha etapa.

 

Con anterioridad, muy poco o nada se conoce de ella, incluyendo su propio origen. Esta escasez de datos se prolonga también para los primeros años de la época bajomedieval, una vez que estas tierras fueron incorporadas a la corona castellano-leonesa entre febrero de 1240 y marzo de 1241, durante la segunda estancia de Fernando III en Córdoba.

 

Las huestes de Fernando III, capitulada Córdoba, ocuparon el baluarte de Montilla el 14 de julio de 1240. Agragado al Señorío de Poley, cedido a mosén Bernardino de Cabrera, lo permutó éste por otros Estados gallegos.

 

Más tarde, en 1257 pasarían a depender de Gonzalo Yáñez Do Vinhal, portugués ala servicio castellano (AGA, Asiento 3186, documento que no menciona el topónimo de Montilla), a quien Alfonso X El Sabio le concedió en señorío la villa y castillo de Aguilar con todo su término, dentro del cual se encontraba el territorio de Montilla. Inmediatamente después se llevaría a cabo la repoblación y el repartimiento de sus tierras, así como su organización eclesiástica (1260).

 

Por tanto, tras la conquista castellana, las tierras dónde con el tiempo se construirá el castillo y villa de Montilla, formaron parte del donadío, que constituyó la base territorial del embrionario señorío de Aguilar. Este donadío fue concedido por el rey a este portugués, que como otros tantos hidalgos o miembros de la baja nobleza de toda Iberia, encontró en las guerras de frontera una noble salida a su oscura existencia. Acompañó al Príncipe Alfonso en la conquista de Murcia como consecuencia de la revuela mudéjar de la zona, participó del sitio de Sevilla, y le sirvió después como rey. Éste, le hizo merced del señorío de Aguilar y convirtiéndose en el primer señor de Aguilar. Murió en la batalla de la Vega de Granada en 1283, junto al infante D. Sancho, a quién con su muerte libró del peligro en que estaba.

 

El iniciador del linaje preocupado en consolidar su dominio:

  • amojonó sus términos: El deslinde  de términos entre Aguilar y Cabra se realiza en  1261 por “bomos moros sabidores” del territorio (ACC, caj. N,nº46; NIETO CUMPLIDO,doc.3). En él no se menciona ninguna fortaleza, ni ningún topónimo que indique poblamiento en Montilla,

  • usurpó la mitad del diezmo eclesiástico: AGA, Asiento 2860, ACC. Caj.S,n.1 y BCC, ms.125 fol. 63r-64r. (FERNANDEZ GONZÁLEZ, 1965, 111-112; NIETO CUMPLIDO,  Doc.nº2). A pesar de ello,  este autor supone un primer poblamiento  cristiano en dicha villa (NIETO, 1982, 274 doc.2), y por último

  • consiguió instituir Mayorazgo en 1274 (ACGA, Asiento 3032).

 

La población en todo el señorío sería muy escasa, y mayoritariamente mudéjar, al menos, hasta 1264 fecha de la sublevación de andaluces y murcianos alentados por benimerines y granadinos. Durante este periodo, no existen noticias documentales sobre ninguna construcción en el señorío de Aguilar; pero es muy probable que hacia 1260 se reconstruyera, o acondicionara el castillo de la villa titular del señorío, el de Aguilar de la Frontera (ACGA, Asiento 3032).

 

Montilla habrá de esperar algunos años. Por el momento no hay población en el sitio de montilla, ni aún el topónimo es recogido documentalmente hasta 1333. No conocemos el momento de las primeras construcciones en el cerro, pero estas no son anteriores a la institución del primer mayorazgo en el año 1274. Lo único que nos permiten conjeturar los documentos históricos es que existía un recinto fortificado de poca entidad, construido entre 1274 y 1333, en el que se almacenaba pan.

 

Montilla permanecerá bajo la jurisdicción del antiguo linaje de la Casa de Aguilar hasta 1343, fecha en la que éste se extinguió biológicamente. Por agotamiento de la línea directa del linaje el mecanismo de transmisión falla, y las propiedades del señorío de Aguilar revierten a la Corona.

 

Por primera vez aparece citada en el siglo XIV, con el nombre de Montiella, de inequívoca raíz castellana, quizás derivada de «motilla», elevación aislada.

 

Montiella

Montilla es quizás la localidad cordobesa que posee más versiones sobre el origen de su actual topónimo.

El cronista oficial, Enrique Garramiola, ha presentado las distintas opiniones que han existido sobre este tema, desde las que pretendían en el siglo XVI que subnombre era una deformación de Motilla a las que defendieron la analogía de Munda-illa, en lugar de la muy difundida del siglo XVIII Mons-Ulia -a la que se hace referencia en el apartado de Edad Antigua-, pasando por otras conjeturas sin apoyo documental alguno.

Actualmente se piensa que su nombre, como ocurre con otros muchos existentes en su término, es de claras raíces castellanas, ya que aparece por primera vez en la Crónica de Alfonso XI (1333) y en el Libro de la montería de este monarca, así como en varios documentos de la segunda mitad del siglo XIV, como Montiella.

 

Es a partir del segundo tercio del siglo XIV cuando nos aparecen las primeras noticias sobre la villa y castillo de Montilla. La más antigua es de 1333, y hace referencia por primera vez a la existencia del castillo y a su nombre. Diez años después se menciona ya a la población, que aparece consolidada totalmente, y en 1352 se conoce su organización concejil y los primeros nombres de sus vecinos.

 

Posteriormente a que la línea directa del linaje Do Vinhal se extinguiera y que las tierras del señorío, pasasen a manos de la corona, indica M.C. Quintanilla Raso, que la titularidad de estas tierras cambiaría en varias ocasiones:

  • Don Bernalt, vizconde de Cabrera, heredero indirecto del linaje Do Vinhal, intenta hacer valer sus derechos, pero Alfonso XI se resiste, y no llegó a hacer efectiva su posesión; cambia las posesiones del antiguo señorío Aguilar, Montilla, y Monturque por otros lugares en la Puebla de Alcocer. AGA Asiento 1471, 1344.

  • Doña Leonor de Guzmán, a partir de 1344.

  • Más tarde, Alfonso Fernández Coronel, que la poseyó hasta 1353, pasando de nuevo a la corona hasta que Enrique II, en 1367, la donó a Gómez Carrillo; posteriormente, volverá de nuevo al monarca, ya que en 1371 la concede a Lope Gutiérrez, alcalde mayor de Córdoba, por vía de mayorazgo, quien en 1375 la entregó a Gonzalo Fernández de Córdoba a cambio de diversos bienes en Guadalcázar.

 

 

A pesar de que en 1352 se conoce su organización concejil, no será hasta 1371 cuando su concejo, según indica M. Nieto Cumplido, adquiera su propia impronta, al poseer término municipal independiente respecto al de Aguilar y obtener la población el título de villa. Si su poblamiento sigue aún reforzándose en 1382 con sesenta nuevos vecinos, su término se irá configurando a lo largo del siglo XV mediante pleitos por los límites con los concejos colindantes de Cabra (1422), La Rambla (1432), Castro del Río (1453-1457), Montemayor (1468) y Espejo (1492).

 

Montilla permanecerá a partir de 1375, y durante el resto de la etapa bajomedieval, en poder de los Fernández de Córdoba. Su poderoso linaje, señores de la casa de Aguilar y luego marqueses de Priego, marcó el destino de la localidad. Convertida en capital de su extenso señorío creció con rapidez, encumbrándose como uno de los mayores emporios del sur de Córdoba. Adoptó la configuración típica de una villa-fortaleza de frontera: el castillo, de gran envergadura, en la cresta de un cerro; barrios amurallados, de apretado caserío, y arrabales descendiendo por la ladera más suave y despejada del montículo.

 

Este periodo de su historia, estudiado por M.C. Quintanilla en su libro sobre la Casa de Aguilar y por M. Nieto en su aproximación a la historia montillana en los siglos XIV y XV, convertirá a esta villa en el centro del señorío de Aguilar, suplantando incluso a ésta, y la preparará para su desarrollo económico del siglo XVI.

 

Una gran parte del término montillano, como se recoge en el Libro de la montería de Alfonso XI, no era productivo a mediados del siglo XIV. Sin embargo, en la segunda mitad de la centuria siguiente el panorama había variado, cultivándose en sus tierras cereales (trigo y cebada), olivo y vid, principalmente, así como lino y productos hortícolas, en menor proporción. En cuanto a la ganadería, destacaba el caballar y bovino, sobre todo, seguido del ovino, porcino y caprino.

 

Montilla, la muy probable villa natal de Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán, experimentó un importante crecimiento demográfico en la segunda mitad del siglo XV, alcanzando los 1.166 vecinos en 1530, por lo que después de Priego era la villa más poblada del marquesado de este nombre. En ella se documentan actividades inquisitoriales para la última década del siglo XV. Era uno de los llamados pueblos-fortaleza de la Campiña de Córdoba, cuya iglesia pertenecía al arcedianato de Castro. Aunque no tenemos noticias de su estructura urbana bajomedieval, existen testimonios sobre algunas de sus edificaciones, entre las que destacaba el propio castillo, cuyo origen puede remontarse a épocas anteriores a la Baja Edad Media. Esta fortaleza estaba situada en la zona norte - la más elevada- de la villa.

 

Durante la prolongada guerra fronteriza con el reino de Granada, Montilla destacó como guarnición y plaza fuerte. Este belicoso período tuvo su punto final en un sonado suceso. En 1508 el castillo de Montilla fue demolido por orden del rey Católico, airado por la conducta de don Pedro Fernández de Córdoba II -ya entonces I marqués de Priego, titular de la Casa de Aguilar -, quien desobedeció sus órdenes y encarceló a un enviado suyo. Las noticias antiguas y las descripciones de los autores que se han ocupado de este tema nos informan acerca de su suntuosidad y celebridad.

EDAD MODERNA

Durante la Edad Moderna Montilla reproduce a nivel local el devenir histórico ya clásico de las sociedades preindustriales - empuje en el XVI, retroceso en el XVII y recuperación en el XVIII, proceso ritmado por las típicas crisis de subsistencia-, de tal manera que hasta bien entrado el XIX no se inicia el proceso de transformación que caracteriza al mundo contemporáneo.

 

El siglo XVI se abre con un crecimiento demográfico sostenido desde el final del XV y continuado por lo menos hasta la década de los setenta. Este factor y el auge económico de la primera mitad de siglo influyen en dos hechos: el primero, la ampliación del perímetro urbano, con la importante remodelación arquitectónica de la parroquia de Santiago; el segundo, la fundación de la práctica totalidad de las instituciones conventuales en ese mismo periodo: Franciscanos en 1512, Agustinos en 1519, Clarisas en 1525, Jesuitas en 1558, y Concepcionistas en 1594.

 

La vinculación política de Montilla al señorío de los Fernández de Córdoba nace en 1375. Pronto se convierte en su centro, suplantando ese papel a Priego, pese a ser esta última localidad la que identifica al marquesado que en 1501 crean los Reyes Católicos en la persona de Pedro Fernández de Córdoba.

 

El dominio señorial pleno (jurisdiccional y solariego) conlleva la percepción de derechos señoriales (monopolios y estancos), que suponen pingües beneficios para la hacienda señorial y no pocos conflictos entre señor y vasallos debido a la fuerte resistencia que éstos siempre opusieron. Hasta 1711 no se reconocerá por una sentencia de la Chancillería de Granada el derecho de los vecinos a erigir libremente hornos y molinos. Dentro de aquel marco, el concejo municipal cumple funciones de gobierno, justicia y regimiento de la villa, para lo que dispone de los ingresos devengados por el arrendamiento de sus propios. Sin embargo, las continuas necesidades económicas de la monarquía hispánica, sobre todo a partir de la centuria del Setecientos, agravan la ya débil hacienda municipal, que responderá con una excesiva presión fiscal hacia los pecheros exigiendo los odiados arbitrios, puestos sobre los productos básicos de consumo.

 

La transición al XVII está presidida por el punto de inflexión de la expansión anterior situado en torno a 1580, año que forma parte de la fase crítica 1576-85 y que anuncia ya uno de los rasgos propios del Barroco: la penuria económica y el malestar social. Aunque Montilla sufrió dicha recesión, frenando así su línea ascendente, fue una de las poblaciones cordobesas menos afectadas.

 

El XVII se asocia con un perfil de estancamiento y regresión por la sucesión de varias crisis que se adentran incluso en el XVIII (1604-05, 1648-52, 1677-85, (especialmente funestos 1681-82), 1708-09,1737 y 1751), cuyo desarrollo es bastante similar en todos los casos: epidemia de peste u otras enfermedades de distinta etiología que preceden o coinciden con la depresión económica; falta de cosechas debido a sequía o exceso de lluvias; encarecimiento de los granos existentes -cuya escasez se agudiza en primavera- e inquietud municipal por evitar el completo desabastecimiento de la población; y subida de precios por fanega de trigo y, en consecuencia, del pan, apareciendo el fantasma del hambre entre amplias capas de la población (pobres habituales y ocasionales caen en la mendicidad, lo que obliga a las autoridades a su control y atención).

 

El ciclo cierra por donde empezó: remite la enfermedad o el contagio, bonanza climatológica, mejoría en las cosechas, reducción en los precios del trigo y disminución de la presión popular.

 

A nivel social, el siglo XVII contempla la expulsión de los moriscos (1609-10), pese a los infructuosos intentos del marqués por impedirla. Todas estas dificultades colectivas no frenaron el vigor religioso de la ciudad (tal desde 1630), sino que se intensificó, como evidencian la fundación del hospital de San Juan de Dios en 1664, el afianzamiento de la devoción popular al Cristo de la Yedra o a Nuestra Señora de los Remedios, el reconocimiento público del patronazgo de San Francisco Solano en 1647 (no será canonizado hasta 1726) y el voto de adhesión a la Purísima Concepción en 1650.

 

El siglo XVIII se inicia con una recuperación demográfica alentadora –sobre todo en relación al siglo anterior-, pero no espectacular. Tampoco se registran modificaciones sustanciales en la estructura social encabezada por los marqueses de Priego (desde 1711, duques de Medinaceli), seguidos por un escaso número de privilegiados: hidalgos locales (18 familias nobles según el padrón de 1731) y clero; en la base piramidal, la gran masa de población formada por jornaleros, campesinos y artesanos dedicados a los más variados oficios pero sujetos a rígida reglamentación gremial. Económicamente aún domina la agricultura, ayudada por el próspero sector de la piel y otras labores artesanales destinadas al autoconsumo local. A nivel político, religioso y cultural se observarán respectivamente la repercusión de la guerra de Sucesión (cuyas incomodidades soportaron los montillanos y demás cordobeses), el impacto del regalismo borbónico (expulsión de los Jesuitas, cuya entrega a la educación fue tan fecunda, de su casa montillana en la noche del 31 de marzo al 1 de abril de 1767), y el reflejo local del reformismo ilustrado, con la fundación en Montilla, el 24 de agosto de 1779, de la primera Sociedad Económica de Amigos del País de la provincia (integrada por veintinueve miembros: diecisiete eclesiásticos y doce seglares), cuya lánguida existencia se debió en parte a la falta de interés que despertó en el titular de la casa ducal, quien se negó a aceptar su dirección.

 

El epílogo de esta rápida incursión en la modernidad viene marcado por dos hechos que inauguran el discurrir de Montilla en la convulsa centuria del Ochocientos: la Guerra de la Independencia y la abolición del régimen señorial.

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